Highway to hell — Chloë.
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Highway to hell — Chloë.
Highway to hell.
23:00 — un club. — Chloë Moretz.
Hacía unos, aproximadamente, tres días, Teresa y Chloë habían decidido que el próximo fin de semana irían a algún club para divertirse y relajarse. La primera eligió el club llamado "Highway to hell", ya que había ido un par de veces y la pasó como nunca. Claro que esta vez su amiga tendría la libertad amorosa un poco más acotada que ella, pero se divertirían igual bailando y haciendo estupideces.
Teresa acababa de cambiarse. Se había bañado unos veinte minutos antes, y al salir, se secó el cabello con el secador, se dejó las ondas al natural y se dedicó a elegir la vestimenta de la noche: algo simple, unos zapatos negros con plataforma, un short de jean azul claro tiro alto, una remera a tirantes blanca y una camisa de jean sobre ella del mismo color del short. Nunca fue de maquillarse, por lo cual se puso mínima base, brillo en los labios y se remarcó apenas las pestañas.
Antes de salir a buscar a su amiga tomó su bolso y su dije, que casi olvidaba. Tomó un taxi que estaba en la esquina de su cuadra y se dirigió a la casa de Chloë, quien, teóricamente, ya estaba lista y preparada para la noche. Pagó el taxi, bajó y tocó timbre. Cinco segundos más tarde, estaba la rubia parada frente a ella, y Teresa le sonrió abierta y divertidamente:
— ¿Lista para la carretera al infierno?
Teresa acababa de cambiarse. Se había bañado unos veinte minutos antes, y al salir, se secó el cabello con el secador, se dejó las ondas al natural y se dedicó a elegir la vestimenta de la noche: algo simple, unos zapatos negros con plataforma, un short de jean azul claro tiro alto, una remera a tirantes blanca y una camisa de jean sobre ella del mismo color del short. Nunca fue de maquillarse, por lo cual se puso mínima base, brillo en los labios y se remarcó apenas las pestañas.
Antes de salir a buscar a su amiga tomó su bolso y su dije, que casi olvidaba. Tomó un taxi que estaba en la esquina de su cuadra y se dirigió a la casa de Chloë, quien, teóricamente, ya estaba lista y preparada para la noche. Pagó el taxi, bajó y tocó timbre. Cinco segundos más tarde, estaba la rubia parada frente a ella, y Teresa le sonrió abierta y divertidamente:
— ¿Lista para la carretera al infierno?
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