5:01 a.m. — Ariana.

5:01 a.m.

5:01 a.m. — departamento. —  Ariana.

Algunos días, Teresa solía tener insomnio, y otros, como este, eran días en los que se quedaba despierta hasta las ocho de la mañana debido a que había dormido, por lo menos, once horas. Los sábados libres los solía aprovechar para ello. Pero esa noche ella no tenía ganas ni de escuchar música y bailar como desquiciada, ni de leer, ni de cocinar, ni de mirar televisión; bah, sí tenía ganas de hacer todo eso, pero no sola. Y de repente le agarró un sentimiento nostálgico de esas noches raras pero de las mejores que pasaba con Ariana cuando estaba en esa situación. Decidió llamarla, con una sonrisa en el rostro, esperando que esté despierta así no tenía que hacer sonar su teléfono veinte veces para despertarla.
— ¡Estás despierta! Lamento molestarte (no lo lamento), pero te extraño muchísimo y quiero una de esas noches contigo en las que miramos American Horror Story unas veinte veces, cocinamos todo tipo de tortas y hablamos de todo. Ven aquí, arriésgate a que te roben a las cinco de la mañana por mí.
Claro que Ariana no tuvo problema en aceptar.
Sería una linda noche, sería la mejor de la semana. Teresa ya podía sentir las risas en el aire. Estas noches eran de Ariana y de ella, amigas inseparables y que tanto se querían desde hacía tiempo. Había tantas cosas que contar, que charlar, y, verdaderamente, Teresa no sabría decir qué sería de ella sin Ariana.